sábado, 4 de julio de 2015


Descansa, pequeña criatura, pues el dolor ya cesó. Siente el manto de la naturaleza, pues ella es la única capaz de apaciguar tus tétricas pesadillas. Un latido, dos y tres… tu corazón baila al ritmo del canto de los ruiseñores mientras exhalas el último aliento de tus pulmones. Y después… silencio.

El lago imita los movimientos de tu inmenso cabello ondulando al viento, como si fueran las raíces de una flor marchita. Una flor que antes rebosaba vitalidad, vida y amor, que ahora está vacía de sentimiento, blanca como un nevado paraje nórdico… pero igual de hermosa que siempre. ¿Será tu belleza inmutable al abrazo de la muerte?

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