Descansa,
pequeña criatura, pues el dolor ya cesó. Siente el manto de la naturaleza, pues
ella es la única capaz de apaciguar tus tétricas pesadillas. Un latido, dos y
tres… tu corazón baila al ritmo del canto de los ruiseñores mientras exhalas el
último aliento de tus pulmones. Y después… silencio.
El lago
imita los movimientos de tu inmenso cabello ondulando al viento, como si fueran
las raíces de una flor marchita. Una flor que antes rebosaba vitalidad, vida y
amor, que ahora está vacía de sentimiento, blanca como un nevado paraje nórdico…
pero igual de hermosa que siempre. ¿Será tu belleza inmutable al abrazo de la
muerte?
No hay comentarios:
Publicar un comentario