Una pequeña criatura, de ojos grandes y azules, temblaba.
Se arrastraba entre la extensa multitud buscando
un refugio para protegerse de esa feroz lluvia que caía a sus pies. Necesitaba
un sitio cálido y seco. Detestaba mojarse, y encima su tripa rugía de hambre,
hacía días que su estómago no trabajaba…
La criatura gimió débilmente en un intento de
pedir socorro. Sin embargo todo el mundo pasaba de largo, como si no fuese más
que una simple piedra en medio de la montaña desierta.
Los ojos se le humedecieron y siguió su rumbo
con la esperanza de encontrar pronto un hogar en el que salvar su vida.
De pronto, todo se volvió negro. Ya
había perdido la orientación, no sabía quién era, ni por qué estaba ahí…
La pobre criatura abandonada gimió de nuevo, sin
ningún resultado. Su corta vida estaba llegando a su fin, se le acababan las
fuerzas…
La luz de sus ojos se apagó y se derrumbó contra el duro y frío suelo,
golpeándose la cabeza.